El mundo de la educación es un reto enorme que debe ser abordado con el máximo respeto, cariño y dedicación.

Abrir una página web y empezar a jugar con ella para alcanzar unos sencillos resultados, puede ser entretenido, e incluso formativo, pero NO es educación.

Educación implica comenzar por el principio: Qué personas tenemos delante de nosotros. Qué inquietudes pueden tener. Cuáles son sus gustos. ¿Y sus cualidades? ¿Qué hay de sus fortalezas y debilidades? ¿Por qué están aprendiendo con nosotros? ¿Qué habilidades transversales necesitan reforzar?

Habilidades transversales tan básicas como saber socializarse, mejorar su capacidad crítica y de observación en el mundo, adquirir destrezas creativas y emprendedoras (crear lo que deseen en su vida), desarrollar una actitud crítica respecto al mundo que les rodea, o la popular pero complicada tarea de ayudarles a mejorar en la gestión de sus emociones.

Educar implica ayudarles a aprender y a crecer como personas. CRECIMIENTO PERSONAL. Todo programa de educación o actividad extraescolar debería contemplar ante todo esta faceta de crecimiento.

Vivimos en una sociedad donde todos andamos muy carentes de tiempo. Cada minuto cuenta. Cada momento es una oportunidad para guiar a un alumno de forma integral hacia su propia expresión individual y social. Nadie sabe qué experiencia está esperando abordar, hasta que ésta llega.

Quizás llegue un adolescente a programar, y necesite reinventar su propia marca personal, dando una gran importancia a esa imagen de esa red social que desea intensamente cambiar (o corregir, ¡porque ya no expresa quién es él!) Quizás lleguen a aprender a modelar unos diseños 3D, y te sugieran hacer algunos «juegos de preguntas», donde explorar el mundo de la sexualidad que parecen no tener a fácil alcance de forma sana y cercana en su entorno.

Es importante que en cualquier actividad que realicen nuestros hijos, ellos convivan con educadores, no con formadores, ni clásicos profesores.

Para abordar aspectos complejos del ser humano, debe existir esa riqueza personal necesaria en quien se dedica a la educación, además de dominar los conocimientos y prácticas referentes a su disciplina, y a las disciplinas colindantes.

La educación, si es auténtica, guía a cada persona hacia un territorio individual que ha de ser adaptado a medida. Nadie camina exactamente igual que otro.

Es imprescindible que un educador sea profesional y humilde para comprender que él no debe encajonar los contenidos, sino crear caminos que sus alumnos puedan recorrer, y en la medida de lo posible, entrelazar dichos caminos.

Esta forma de pensar es nuestra praxis con nuestros chicos, en nuestro centro, a la vez que les enseñamos bases educativas con las que puedan avanzar realmente, y no meros conocimientos o prácticas tecnológicas atractivas al azar. Unas veces lo conseguiremos, otras… solo nuestros alumnos lo saben.